En mi habitual búsqueda de temas que comentar con mis queridos visitantes del blog no se me ocurría nada digno de mención (sé que hay temas interesantes, miles, pero hoy no me inspiraba ninguno). Por ello, como buen españolito conecté la caja tonta, sí... ese artefacto que te evade de todo (incluso me acusan de no hacer caso cuando estoy centrado en ella. Algo que me dice que empiezo a tener un problema).
Con el mando bien sujeto empecé a realizar zapping, esa palabra mil veces utilizada para describir la búsqueda rápida de una programación que pocas veces nos alienta a seguir viendo el dichoso trasto. Pero, cuando todo parecía decirme que desistiera vi algo que me erizó los pelos. No se rían porque a cada uno le da miedo algo: Belén Esteban. Esa mujer que parece que duerme muy poco (a las ojeras me remito), mal hablada y con falta absoluta de decoro y educación.
Hoy, la nueva Frankestein nacional exhibía con orgullo todos los remiendos realizados en su cara (como comprenderán, el resto del cuerpo no me esperé a verlo, uno es valiente, pero no tanto). Como un Don Potato cualquiera, la citada señora (o señorita... siento no conocer su estado sentimental actual) ha hecho todo un cambio de imagen que ha dejado descuadrado al más pintado. Pero claro, a mí, a un españolito medio sólo se me ocurre un dicho: por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda. A no ser que también haya aprovechado el dinero ganado en exclusivas y en poner verde a todo quisqui para comprar un poco de educación y neuronas.
Por cierto, perdón a la mona Chita por si se ha sentido ofendida.
