En mi matutina lectura sosegada de la prensa diaria, la foto de la familia Zapatero con Obama ha sido como un café virtual para despertarme tras una noche corta en sueños. Ver a dos jovencitas con estética noctámbula o gótica ( o como se llame, lo siento pero mi conocimiento sobre las modas juveniles deja mucho que desear) al lado del hombre más poderoso del mundo me ha llamado, como mínimo, la atención.
Atención, sí. Porque aunque cada hijo de vecino puede ir vestido a su gusto, una visita a las Naciones Unidas y una foto con autoridades debe tener un protocolo, como todo evento bien organizado que se precie. Un protocolo que marque tendencia en el vestir y que evite ahora (esto es lo más criticable) los chascarrillos, bromas, rajadas, contra la vestimenta de la prole de Zapatero que están haciendo algunos medios de (in) comunicación de la ideología contraria al presidente del gobierno.
Unas críticas mordaces que han mezclado política con una imagen personal de sus hijas poco adecuada, eso sí, pero tampoco como para ser blanco injustificado de mofas y chistecillos varios (la familia Monster encabeza el imaginerío popular).
Eso sí, si la familia Zapatero quiere hacerse la foto, que se la hagan, pero si no quieren que ésta salga a luz no posen con cámaras profesionales cerca. Cámaras de fotos (más o menos buenas) tenemos todos, así que señor Zapatero llévesela de viaje y la próxima vez haga usted mismo la foto y evitará las coñas de sus enemigos. La privacidad de sus hijas es sagrada, pero ahora todo quisqui tiene muy claro, al menos, de cómo van a ir vestidas.
