jueves, 13 de agosto de 2009

Pon un rolón (sin usar) en tu vida...


Una de las virtudes (aunque a veces no lo parezca) del ser humano es la mil y una formas en la que cada persona llega a evolucionar. Una progresión vital que, a veces (muchas), deja mucho que desear. Me encontraba con mi amigo Rafa realizando unas compras en uno de los hipermercados de una gran superficie (lugar de paso de toda la hetereogeneidad humana) y allí me encontré un ejemplo claro de analfabetismo social. Un chaval, de unos 12 o 13 años, que por su idioma y semblante parecía ser del norte de África (Argelia, supuse yo a lo Sherlock Holmes por ser época ésta de ferrys desde Alicante hacia Orán) estaba de compras con sus padres y hermanos. En la sección de droguería (una palabra siempre graciosa si se piensa más allá de una tienda de perfumes y artículos de limpieza) se encontraba este chico y (otra suposición) un hermano suyo. Rafa y el que os escribe, como buenos compradores, comparábamos el género a nuestra disposición (lo que parecía que hacían estos dos chavales). Pero ellos iban más allá: una prueba en vivo y directo.

Ni corto ni perezoso, el chaval (al supuesto hermano no lo vimos) cogió un desodorante rolón y se refrescó las axilas con él. Como pareció que el frescor no fue el deseado lo dejó en el sitio, eso sí, bien tapado para que el siguiente cliente pudiera disfrutar del rolón y algo más (basta con decir esto puesto que con 13 años las hormonas masculinas ya realizan su trabajo bajo los brazos). Una GUARRADAAAAAA señores/as.

Mi perplejidad, y la de Rafa, nos impidió montar una escena allí y hacerme entender en árabe, arameo o suhahili. Y claro, a la mente me vino las horas y horas (...y horas) que la gente del norte de África se pasa hacinada en sus vehículos desde Francia, Bélgica o Alemania hasta llegar al puerto de Alicante. Unas horas de acumulación de olor y suciedad humana que acabó depositada en el rolón. Pobre...y pobre el que cogiera el tubo, porque el chaval lo metió justo enmedio del resto y fue imposible localizarlo.

Así que, cuidadín con el rolón, y hagan como yo. Un buen spray (que aunque mucha gente lo use en el hipermercado y llegue semivacío) el gas no se puede impregnar de ninguna materia ajena a la fábrica. Y ahora, un minuto de silencio en memoria del pobre rolón que murió en acto de servicio.